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lunes, 27 de septiembre de 2010

TALLER COHERENCIA Y COHESIÓN

NOMBRE____________________________________________GRADO________
Reemplaza las palabras en glCuadro de texto: El glíglico es un lenguaje creado por Julio Cortázar y presente en su novela Rayuela, cuyo capítulo 68, que evoca una escena erótica, está completamente escrito en él. Se trata de un lenguaje musical que se interpreta como un juego, además de ser un lenguaje exclusivo, compartido por los enamorados, que los aísla del resto del mundo.ígico manteniendo la coherencia y cohesión del texto.

 

LA INMISCUSIÓN TERRUPTA


Como no le melga nada que la contradigan, la señora Fifa se acerca a la Tota y ahí nomás le flamenca la cara de un rotundo mofo. Pero la Tota no es inane y de vuelta le arremulga tal acario en pleno tripolio que se lo ladea hasta el copo.
– ¡Asquerosa! – brama la señora Fifa, tratando de sonsonarse el ayelmado tripolio que ademenos es de satén rosa. Revoleando una mazoca más bien prolapsa, contracarga a la crimea y consigue marivorearle un suño a la Tota que se desporrona en diagonía y por un momento horadra el raire con sus abrocojantes bocinomias.
Por segunda vez se le arrumba un mofo sin merma a flamencarle las mecochas, pero nadie le ha desmunido el encuadre a la Tota sin tener que alanchufarse su contragofia, y así pasa que la señora Fifa contrae una plica de miercolamas a media resma y cuatro peticuras de esas que no te dan tiempo al vocifugio, y en eso están arremulgandose de ida y de vuelta cuando se ve precivenir al doctor Feta que se inmoluye inclótumo entre las gladiofantas.
– ¡Payahás, payahás! – crona el elegantiorum, sujetirando de las desmecrenzas empebufantes. No ha terminado de halar cuando ya le están manocrujiendo el fano, las colotas, el rijo enjuto y las nalcunias, mofo que arriba y suño al medio y dos miercolanas que para qué.
– ¿Te das cuenta? – sinterrunge la señora Fifa.
– ¡El muy cornaputo! – vociflama la Tota.
Y ahí nomás se recompalmean y fraternulian como si no se hubieran estado polichantando más de cuatro cafotos en plena tetamancia; son así las tofitas y las fitotas, mejor es no terruptarlas porque te desmunen el persiglotio y se quedan tan plopas.

Julio Cortázar


NOMBRE____________________________________________GRADO________

Cuadro de texto: El glíglico lenguaje inventado por él. Muy recomendable para pensar qué decimos, qué queremos decir, cómo lo hacemos, qué inventamos al decir, si significa algo lo que decimos, qué nos comunica y nos incomunica de nuestro lenguaje, del de nuestros alumnos, qué límites tiene nuestro lenguaje, cuántas formas hay de decir lo mismo, cuánto puede significar una sola cosa, qué podemos crear, imaginar, sugerir, deshacer y hacer con las palabras, en la educación y en la vida en general. Y muchas otras cosas…Reemplaza las palabras en glígico manteniendo la coherencia y cohesión del texto

 

ESCENA ERÓTICA


Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.

Julio Cortázar, Rayuela, capítulo 68






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